“¡Oh, dios mío! ¡También hay un bebé!” Un pesquero turco se apresura a avecinarse a la zona donde han avistado varias personas flotando gracias a sus chalecos salvavidas. “¡Está vivo!”, celebra uno de los pescadores, improvisados rescatadores en las aguas que separan Turquía de Grecia. El pequeño Muhammad Hasan, de 18 meses, emite un llanto casi sin fuerzas, mientras uno de los pescadores le quita el chaleco y trata de hacerle expulsar el agua que pueda haber tragado. “¿Dónde están los guardacostas?”, se queja un compañero, con voz temblorosa.
“Estaba totalmente pálido”, aseguró después del rescate del niño el capitán del barco, Recep Ervan, al diario local Hürriyet. “Pensamos que era hipotermia, porque estaba frío, y sus manos y pies estaban blancos. También echaba espuma por la boca –agregó Ervan–. Le cubrimos con una manta, tratamos de salvarle. Después de nuestra llamada [de socorro] un bote llegó del puerto para ayudarnos antes de llevarlo a Kusadasi”.